Rincon del escritor novel

 



Reseñas, noticias y comentarios relacionados  con la escritura creativa.  Consejos de los grandes autores y opiniones de los más modestos.





07.07.2016
Rincón del escritor novel
Como escribir un mal cuento

La coma
Dentro del conjunto de signos ortográficos de puntuación no hay nada como la coma para asesinar un texto. Existen infinidad de trucos, de los que citaremos como  ejemplos algunos de los más habituales,
 -- Situarla entre el sujeto y el predicado.
Desconcierta bastante al lector. (El césped del jardín, estaba perfectamente cortado) Si hay un inciso, el truco no funciona (El césped del jardín, verde y brillante, estaba perfectamente cortado). Ojo al detalle.
  --Utilizarla detrás de la conjunción y en una enumeración.
(Trenes, barcos y, aviones)
   -- Colocarlas entre una oración y su subordinada.
 (Nos aseguraron, que volverían pronto a casa) 
--Colocarla detrás de la conjunción “pero” cuando preceda a una oración interrogativa.
  (– Pero, ¿pudiste llegar a tiempo?)
         -- Usarla entre consecutivas intensivas con las conjunciones “tan…que, tanto…que, tal…que”.
  (Está tan convencido que, no hay manera de …)
      --Colocarla delante de paréntesis o rayas.
  (Al llegar, -ya anochecido— saludó a todos).
      -- Utilizarla para separar partes de una medida o precio. 
 (3 €, 50 cts.) (2 ms, 50 cms)
     -- Colocarla delante de paréntesis o rayas.

 Pero aplicar estos inocentes trucos es casi tan lento y laborioso como colocarlas como mandan los puristas. Si no está para estas minucias, póngalas al azar. Poniéndolas sin orden ni concierto u omitiéndolas limpiamente, resultarán divertidos cambios de sentido en el texto, que añadirán al relato una nueva vis cómica.

Desorientará a quien reciba una orden.
      No, vuelva por aquí mañana.         No vuelva por aquí mañana.
Cambiará de opinión sobre la marcha.
      No, quisiera saber la verdad.         No quisiera saber la verdad.
Convierte un color en un apelativo cariñoso.
       Dame mi lápiz negro.           Dame mi lápiz, negro.

    Cabe la posibilidad de escribir todo el cuento sin puntos ni comas, lo que pondrá a prueba los pulmones de sus lectores; pero, si de verdad es usted un perfeccionista, edite ese libro de malos cuentos que tiene entre manos y, en la cubierta final,
junto al ISBN haga indicar el precio: 1,150  en lugar de 11,50€.
    
28.06.2016

Rincón del escritor novel

Un futuro gran escritor

"La pluma de El Burgo número 17"

 Los escritores, y sobre todo aquellos a los que nos asisten más el entusiasmo y la constancia que las musas, tememos como un nublado la famosa "página en blanco".  Un miedo  solo comparable al síndrome del "protagonista que se vuelve pasivo".  Sucede cuando la historia toma otro cauce, cuando un personaje secundario adquiere importancia inesperada, cuando, dicho en corto, el protagonista y la historia se nos va de las manos. 
    Comienza entonces una lucha titánica por reconducir la historia, por sacar al protagonista de su abulia, por descubrir los más profundo de su contenido...
      Hace falta tomar medidas enérgicas. A veces, cortar por lo sano. Lean en el recorte que aparece a continuación, como un niño resuelve la situación de un plumazo.  He aquí, en este niño, un futuro escritor, claro valiente y expeditivo, virtudes estas todas que, por desgracia, echamos a veces a faltar en nuestro modesto equipaje, los que nos dedicamos a escribir.  Y si no, al tiempo.


  

  
27.06.2016
Rincón del escritor novel

Como escribir un mal cuento


El gerundio

El gerundio es una forma verbal que puede ayudarle mucho en la tarea de escribir un mal cuento. Esta forma no personal del verbo encierra tantas formas de utilización que sin esmerarse, con solo dejarse llevar por el habla común, obtendrá el resultado de un cuento infumable.
    Entre todos, el gerundio llamado de posteridad es el más impresentable.  Utilizamos un gerundio de esta clase cuando indicamos con él una acción posterior al verbo principal.
Ejemplo:   Salió de casa encontrándose con …
    Tampoco queda mal a nuestros propósitos cuando acompaña a un objeto complemento directo. Esta modalidad es tan frecuente que no deslucirá demasiado su cuento.
Ejemplo :  Vió a la anciana sonriendo…
    Chirría un poco más cuando se usa como complemento circunstancial .
Ejemplo : Nos reunimos a comer celebrando la noticia…
   Incluso, puede usted probar suerte con el llamado “gerundio del boletín oficial del estado”. Este es el que se utiliza incorrectamente para definir leyes o decretos (es una derivación del gerundio usado como adjetivo en función de atributo):
Ejemplo : Se aprueba la ley regulando el crédito ….
    Hay algunas formas más que servirían al fin que perseguimos de escribir mal, pero quizás baste, para no extendernos, que simplemente con abusar del gerundio , puede hacer usted el cuento indigerible.





05.06.2016
Rincón del escritor novel 

  Cómo escribir un mal cuento
(Selección de artículos del libro del mismo título de próxima aparición)
Alfonso Bengoechea 

Comienzos de un cuento


El inicio de un cuento es un momento importante. Casi se juega usted a cara o cruz la calidad final del relato. Tome buena nota de los mejores trucos para obtener ese mal cuento que se ha puesto por meta y a cuya redacción, como le prometí en el prólogo, estoy decidido a ayudarle.
El párrafo interminable.-   Nada  como un comienzo de su historia con un párrafo de diez o doce líneas  al menos, sin puntos y pocas comas, que ponga a prueba la respiración del lector.  Quedará tan agotado que el resto del relato le parecerá un bálsamo reparador. Imprescindible que solo contenga descripciones intrascendentes y poca o nula acción.
El parte meteorológico.-   Da igual que el relato que vaya a escribir sea una historia trepidante o un cuento intimista. Comience siempre con el parte diario sobre el tiempo. Comienzos como “Era una mañana radiante…”, “Amaneció un día excelente…” son muy apreciados por los lectores. Posiblemente cierren su libro y se lancen a disfrutar de la naturaleza. Retrase todo los posible la aparición de la acción en el relato.
El chicle en la repisa.-  Este es un viejo consejo. Los malintencionados, que no desean como yo que culmine usted su pésimo cuento, aconsejan que no lo haga. Yo sí. Comience el relato con la aparición de un detalle, persona, animal o cosa que no vaya a tener la mínima trascendencia en la historia. Si es posible, que no vuelva incluso a aparecer en ella. Es un buen truco para que el lector se desconcierte y comience a apreciarle como merece su genio. Sobre todo evite que el personaje aparezca en los primeros párrafos.



28.05.2016
Cómo escribir un mal cuento
(Selección de artículos del libro del mismo título de próxima aparición)


Prólogo
                    Desde mi larga experiencia en escribir malos cuentos, me considero una de las personas más capacitadas para ofrecerles recomendaciones apropiadas a este fin.  Por mucho que les hayan dicho, escribir un mal cuento es un trabajo sencillo si se pone  el debido interés y se siguen las recomendaciones adecuadas de los expertos como yo. Cuando usted acabe este libro, estará en la mejor disposición, de escribir el peor cuento de su vida si ya tuvo la osadía de haber escrito alguno, y de comenzar con buen pie una excelente carrera de escritor / escritora de pésimos relatos.
 



Diálogos

Nos hemos ya hartado de hacer descripciones interminables y narración de los actos  de los personajes con todo lujo de detalles vengan o no a cuento. Página a página hemos consumido mucho papel y buena parte de la paciencia del lector. Va usted por buen camino.  Toca ahora imprimir  vida a esos personajes y conviene conocer los pequeños trucos que los haga insoportables y convierta el cuento en ilegible.
Regla uno.
El personaje no es el propietario de sus diálogos.

Cada personaje de la realidad se expresa de una manera. Esta manera es la acorde con su propia personalidad. Pero esto es literatura y no vida real. El propietario de los diálogos es el autor. Usted mismo. Y en consecuencia, todos sus personajes han de  expresarse, desde Agamenón a su porquero, como usted  gusta en expresarse. Todavía diría más. Han de expresarse de acuerdo con el estado de ánimo del momento en que usted escribe. Lo dicho, desde Agamenón hasta su porquero.

Regla dos.
Reparta parlamentos a su gusto.

Si quiere narrar algo utilizando los diálogos, reparta a su gusto entro los personajes. Solo necesita una tijera.  Sigue siendo usted el propietario de sus palabras. Todos con el mismo estilo y entonación. Si los personajes están poco definidos, es el recurso ideal. Y todos contentos. Una de las ventajas es que el lector no se pierde singularizando personaje a personaje.

Regla tres.
Escatime o abuse de los apoyos

Los apoyos son las acotaciones que se introducen dentro o detrás de los parlamentos de los personajes. Algunos escritores hispanoamericanos prescinden casi de ellos. Otros alargan a placer estas acotaciones. Para mantener su propia personalidad, elija uno de los dos sistemas pero nunca el de utilizar acotaciones medidas y constantes.
   Pongamos un ejemplo. Use los apoyos así:
      —Ten la bondad de escuchar. —dijo Luis agitando la cucharita de plata con que trataba de endulzar con azúcar el café de Colombia que había comprado el día anterior.
    O bien así:
      —Ten la bondad de escuchar.
    Pero nunca así:
      —Ten la bondad de escuchar.—insistió Luis.


Regla cuatro.
Utilice los diálogos para narrar sin control.

Si necesita narrar algo al lector, los diálogos entre los personajes son un vehículo ideal. Explique todo lo que quiera. Sobre todo, si en los diálogos, los personajes se narran mutuamente cosas que sobradamente tienen que saber, estará cada vez más cerca del cuento pésimamente escrito. Las explicaciones ociosas entre personajes son un buen revulsivo para el lector con que usted quiere enemistarse.

Regla cinco.
Imprima al diálogo su estado emocional, no el del personaje.

Usted como autor, es mucho más importante que cualquiera de los personajes. El diálogo ha de reflejar su estado de ánimo. El del personaje, que ni siente ni padece, puede dejarlo de lado.
.
Regla seis.
Dé la información exhaustivamente.

Los personajes han de estar a su servicio. Así que si uno de ellos es médico utilícelo para exhibir todos sus propios conocimientos de medicina y si es guía turístico, aproveche para contar por su boca, con todo detalle siempre, su último viaje a las Antillas.


Regla siete.
Ignore los cánones de puntuación.

Hay toda una serie de  reglas de puntuación además de las correspondientes a los puntos, comas etc tradicionales, que suelen aplicarse específicamente a los diálogos. Se refieren a la forma de los guiones, su colocación y el uso de mayúsculas o minúsculas. Ignórelas. O mejor, úselas a su criterio. El lector que encare su texto, acostumbrado a los signos convencionales de otros autores, sabrá al instante que está ante un escritor con personalidad propia que navega a todo trapo hacia el objetivo del cuento desastroso y reconocerá su esfuerzo.












24.04.2016

Cómo se escribe una novela negra

(¿Se puede freír un huevo sin romperlo?)

Mariano Sánchez Soler



Aunque, como autor, he reflexionado poco sobre el acto creativo y sobre la técnica narrativa que utilizo al escribir mis novelas, me veo en la obligación, debido a las intensas pesquisas realizadas desde la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de mostrar la flor de mi secreto: cómo se escribe una novela negra.

Bien, la suerte está echada. Como dijo Jack el Destripador: «Vayamos por partes».



1.

La búsqueda de la verdad. Si el objetivo de cualquier aventura, de cualquier creación artística, es la búsqueda de la verdad (y si no, que se lo pregunten a Alonso Quijano), la novela negra es la expresión más nítida de esta indagación literaria. Su objeto narrativo nace de la necesidad de desvelar un hecho oculto/misterioso que nos mantiene sobre ascuas. A

través de sus páginas, el autor se propone, además, desentrañar el impulso escondido que mueve a los personajes y que justifica la existencia del relato desde el principio al fin.



2.

La intriga: del quién al cómo. Una novela negra debe escribirse con esa voluntad de intriga, de revelación; cada capítulo, cada página, tiene que conducir al lector hasta la conclusión final sin concederle el más mínimo respiro. Sin embargo, a diferencia de la novela rompecabezas clásica
(Christie, Conan Doyle...), que cimentó la gloria de la novela policíaca desde los inicios de la era industrial, en la novela negra escrita a partir de Hammett, con la corriente hard-boiled (duro y en ebullición), tanto o más importante que saber quién o quiénes cometieron un hecho criminal es descubrir cómo se llega hasta la conclusión. Ahí está Cosecha roja, del gran Dashiell, cualquiera de las novelas de Chandler o el Chester Himes de Un ciego con una pistola como ejemplos del cómo. También es importante el por qué, aunque
su respuesta puede resultar secundaria en una sociedad como la nuestra, en la que, como todo el mundo sabe, es más rentable fundar un banco que atracarlo.

3.
La acción esencial. Si en la definición clásica de Stendhal «una novela es un espejo a lo largo de un camino», la novela negra es una narración itinerante que describe ambientes y personajes variopintos mientras se persigue el fin, la investigación, la búsqueda. La acción manda sobre los monólogos interiores, y la prosa, cargada de verbos de movimiento, se hace imagen dinámica y emocionante. Es un camino urbano, ajeno a las miradas primarias y a las mentes bienpensantes, donde la creación de personajes y la descripción de ambientes resulta fundamental y exige al autor una planificación previa a la escritura. Aquí radica uno de
los rasgos esenciales de la novela negra, que laconvierte, de este modo, en novela urbana, social y realista por antonomasia.

4.
El argumento. Veamos: aventura indagatoria, intriga, realismo, crítica social, espejo en movimiento... Sin embargo, como diría Oscar Wilde, para escribir una novela (negra) sólo se precisan dos condiciones: tener una historia (criminal) que contar y contarla bien. ¿Y qué debemos hacer para conseguirlo? Antes de empezar a escribir, es preciso tener un argumento desarrollado, una trama en ciernes, un esquema básico de la acción por la que vamos a transitar. Saber qué historia queremos contar: su tema central. Después, al correr de las páginas, los acontecimiento marcarán sus propios caminos, a veces imprevisibles, pero el autor siempre sabrá hacia dónde dirige su relato. Un buen mapa ayuda a no perderse.

5.
 Lo accesorio no existe. La voluntad de contar una historia y atrapar con ella al lector permite pocas florituras y ningún titubeo. Toda la narración ha de estar en función de la historia que pretendemos escribir. Si leemos 1280 almas, de Jim Thompson, por ejemplo, descubrimos que el novelista escribió una historia exacta, ajustada, sin ningún pasaje prescindible. No en vano, es una obra maestra de la narrativa moderna. Es cierto: una novela criminal puede contener todo tipo de elementos disgregadores de la trama, divagaciones caprichosas, puede cambiar de espejo a lo largo del camino; pero entonces no nos encontraremos ante una novela negra, aunque se mueva alrededor de la resolución de un crimen o se
describa un proceso judicial. En la novela negra, como en la poesía, lo accesorio no existe. Un poema puede ser bellísimo, pero si quiere llamarse soneto tendrá que escribirse, como mínimo, en endecasílabos. Es una regla fundamental del juego. Lo mismo ocurre con la novela negra: hay que elaborarla en función de unas reglas (que aquí estoy disparando a quemarropa) aceptadas a priori por el autor. Y para que sea buena literatura, hay que escribirla bien. 6. La construcción de los personajes. Cuestión clave: antes de comenzar a escribir, conviene saberlo todo sobre ellos. Su pasado, su psicología, su visión del mundo y de la vida... Si conocemos a los personajes principales (y muy especialmente al narrador o conductor de la historia, si es uno), el relato
discurrirá fácilmente, se deslizará a través de las páginas como el jabón sobre una superficie de mármol y el lector no podrá abandonar el libro hasta el párrafo final. Para ello se aconseja realizar una biografía resumida de los personajes principales, como si se tratara de una ficha policial o un currículum para obtener trabajos basura, dos instrumentos de la vida real muy útiles en la creación literaria.

7.
La fuerza de los diálogos. Cuando hablan, los personajes deben utilizar la jerga precisa, sin abusar, con palabras claves, pero sin caer en un lenguaje incomprensible y cambiante. Vale la pena utilizar de manera comedida palabras profesionales. Por ejemplo, si habla un policía, cuando vigila a un sospechoso está marcándole; un confidente es un confite; cuando matan a alguien, le dan matarile... Cada diálogo cuenta una historia, y muchos personajes que desfilan por la novela negra se muestran a sí mismos a través de sus palabras. El diálogo es un vehículo para mostrar su psicología y sus fantasmas. Un ejemplo clásico: Marlowe, en El sueño eterno, se disculpa ante la secretaria de Brody, a la que ha golpeado:
    —¿Le he hecho daño en la cabeza? —pregunta el detective.
— Usted y todos los hombres con los que me he tropezado -contesta la mujer.

8.
Documentarse para ser verosímil. Para que el lector se crea el relato que se está contando, el autor debe documentarse con el objetivo de no caer en mimetismos fáciles (especialmente cinematográficos). Por ejemplo, en España los jueces no usan el mazo, como los anglosajones, sino una campanita; los detectives españoles no investigan casos de homicidio ni llevan pistola (salvo rarísimas excepciones). Hay que conocer las cuestiones de procedimiento, no para convertir la novela en un manual, sino para no caer en errores de bulto. La verosimilitud lo exige para que el lector se crea nuestra historia. Hay que saber de qué se está hablando. Por ejemplo, de qué marca y calibre es la pistola reglamentaria de la policía española, ¿una pistola es lo mismo que un revólver?, cómo se realiza en España un levantamiento de cadáver..., y tantas otras dudas que surgen a lo largo de la acción.

9.
El mundo del crimen. Si la trama que mueve una novela negra ha de ser creíble, los métodos del crimen también. La conclusión de un hecho criminal ha de llegar por los caminos de la razón. En el siglo XXI, los enigmas rocambolescos, los venenos exóticos y las conspiraciones insólitas han sido
reemplazados por la corrupción institucional, las mafias, los delitos económicos vestidos de ingeniería financiera o el crimen de Estado. Vivimos en una era post-industrial donde la novela negra es un testigo descarnado de las cloacas que mueven el mundo, más allá del agente moralizador de la burguesía que campaba en las páginas de las novelas-enigma tradicionales. Los tiempos han cambiado y no hay retorno posible. El realismo y la denuncia imponen su rostro literario. Los mejores personajes de la novela negra actual son malas personas, pero, como diría Orwell, algunas son más malas que otras.

Y 10.
Advertencia final: nada de trucos. Poe, en "El doble crimen de la calle Morge", inauguró el género policíaco y el género negro posterior al crack de 1929, porque, al escribir esta historia, planteó al lector el juego de descubrir una verdad, en apariencia sobrenatural, con las armas de la razón, a través de
una investigación detectivesca. Esa voluntad del novelista, esta complicidad con el lector, exige al escritor no hacer trampas en la construcción de sus historias criminales y plantea, al mismo tiempo, una relación privilegiada con el receptor de sus novelas.
Divertir, entretener, emocionar, escribir para ser leído... ¿No es este el objetivo de la Literatura? Hay que jugar limpio con el lector. ¡Las manos quietas o disparo! Para freír un huevo, es preciso romper la cáscara. Siempre.

FIN
 






Decálogo del escritor
Augusto Monterroso

Primero.
Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
Segundo.
No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para
tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien
sabido que la posteridad siempre hace justicia.
Tercero.
En ninguna circunstancia olvides el célebre díctum: "En literatura no hay nada escrito".
Cuarto.
Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una.
No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.
Quinto.
Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista
del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para
esta lucha ejercítate de día y de noche.
Sexto.
Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero
hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita
pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.
Séptimo.
No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote.
Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para
que tus amigos se entristezcan.
Octavo.
Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De
esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos
únicas fuentes.
Noveno.
Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando
creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un
escritor.
Décimo.
Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o
más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para
lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.
Undécimo.
No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no
como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.
Duodécimo.
Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada
vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes
cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni
te señalará con el dedo en el supermercado.
El autor da la opción al escritor de descartar dos de estos enunciados,
y quedarse con los restantes diez.

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